EL
TERRITORIO ARGENTINO
Espacio
geográfico y territorio
La sociedad
modifica la naturaleza con el fin de obtener de ella los elementos necesarios
para subsistir y desarrollarse. Se denomina espacio geográfico al resultado de
esas acciones; por lo tanto, esa denominación no se refiere solamente al lugar
donde vive la sociedad, sino a un espacio que a cada momento es transformado
por la actividad humana.
Cada
sociedad, cada pueblo, cada nación posee —o reclama si no lo posee— una
porción del espacio geográfico mundial. Esa porción, de uso exclusivo por
parte de cada sociedad, se denomina territorio.
La forma en
que se organiza un territorio depende de varios factores: sus condiciones
físicas (relieve, clima, suelo, hidrografía, vegetación y fauna), las
características de la sociedad que lo habita (sobre todo su organización
económica y política y su desarrollo tecnológico) y el modo en que esa sociedad
se vincula con otras.
Esto último
es muy importante pues, a lo largo de la historia, las grandes transformaciones
políticas y económicas, así como las formas de relación de las sociedades entre
sí y con sus territorios, han afectado el tamaño y la organización territorial
de todas las sociedades.
Para
estudiar las transformaciones ocurridas en el territorio argentino hasta que
adquirió, su fisonomía actual, es necesario comenzar por conocer su posición
geográfica, sus dimensiones y sus límites.
La división
política de la Argentina
es la siguiente: 23 Estados federales (provincias) y una Capital Federal.
¿Dónde está la Argentina ?
Argentina
se caracteriza por su forma alargada, dada su considerable extensión
norte-sur. Por este motivo abarca una gran diversidad de climas, desde los
cálidos tropicales al norte hasta los fríos polares en el extremo sur.
La
variación no es un rasgo exclusivo del clima, sino también del relieve. En la Argentina se distinguen
zonas de altas montañas en el oeste, mesetas al sur, sierras en el centro-norte
y llanuras que ocupan más de la tercera parte del país. Por su parte, los
suelos también presentan características diversas, desde los más secos y
estériles hasta los más húmedos y fértiles.
Estas
diversas condiciones naturales posibilitan el desarrollo en superficie de una
gran gama de actividades, entre ellas la agricultura, la ganadería y la
minería, que constituyen la base de la economía del país.
El hecho de
pertenecer al hemisferio Sur otorga a la Argentina ciertas ventajas. Nuestro país puede
ofrecer sus productos cosechados en verano y otoño en el mercado internacional,
cuando el 85% de la población mundial (que habita el hemisferio Norte) está
atravesando la estación opuesta: esto se traduce en la demanda de nuestros
productos agrícolas y en la existencia de pocos competidores en esos momentos
del año.
Pero
su ubicación también presenta desventajas debido a las grandes distancias que
separan a nuestro país de los principales compradores mundiales, que se
encuentran en el hemisferio Norte. Esta distancia encarece los costos de
transporte y demora las entregas, dificultando la comercialización de los
productos agrícolas.
El modelo agroexportador abarcó la segunda mitad del siglo XIX hasta
1930, aproximadamente, y su época de esplendor fue entre 1880 y 1914.
Se denominó
agroexportador porque el país cumplió con la función de proveer materias primas para el mercado
mundial, especialmente para las industrias derivadas de la actividad
agropecuaria, basadas en la producción agrícola (trigo, maíz y lino) y en la
ganadera (lanas y carnes).
Los países
de Europa occidental, que se encontraban en un proceso de creciente
industrialización, requerían de alimentos para una población que cada día
aumentaba más. A su vez, demandaban
materias primas que
fueron utilizadas como insumos
para sus industrias.
Los
alimentos, como las materias primas, en general, provenían de los países en donde
las condiciones climáticas y de suelos eran aptas para su producción. La Argentina reunía estos
atributos y, junto a otros países, pudo insertarse en el comercio mundial como productora de materias
primas, mientras que los países europeos lo hicieron a través de la
exportación de productos manufacturados. A este proceso se lo conoce como división internacional del trabajo.
Una serie
de condiciones fueron necesarias para que la Argentina pudiera
insertarse en el comercio mundial como exportadora de materias primas:
·
La
incorporación de nuevas tierras.
·
Las
obras de infraestructura (ferrocarriles, puertos, etcétera) que posibilitaron
el transporte de las materias primas desde los centros de producción hacia los
de consumo.
·
La
introducción de nuevos adelantos tecnológicos aplicados a la actividad
productiva.
·
El
aumento de mano de obra necesaria para trabajar en las distintas actividades
productivas gracias a los inmigrantes llegados de los países europeos.
Para
expandir la actividad agrícola y ganadera, se requería incorporar nuevos
territorios a la actividad productiva. A su vez, había extensas áreas que no
se trabajaban, y otras, en poder de los indígenas, que el Estado no
había podido controlar.
Durante la
década de 1870, se organizaron numerosas
expediciones en las que el Estado avanzó en acciones de reconocimiento
de zonas ubicadas en La Pampa ,
Patagonia y el Chaco. Numerosos intelectuales, historiadores, exploradores,
militares y aventureros buscaron civilizar los desiertos. Esta
expresión trataba de justificar las ideas de incorporación de espacios al
mercado mundial e incluía el desconocimiento de los indígenas como propietarios
y pobladores de estas áreas. La actividad exploratoria fue acompañada
por un avance armado, liderado por el general Julio Argentino Roca, por
entonces ministro de Guerra de la presidencia de Nicolás Avellaneda.
En 1879, la Campaña del Desierto tuvo
como objetivo la incorporación bajo el
control estatal de los territorios indígenas ubicados en el oeste de
Buenos Aires y en el sur de Río Negro. En menos de diez años, el fin se
había cumplido. Algunas tierras fueron adquiridas por estancieros, otras,
otorgadas a militares como retribución por los servicios prestados durante la
campaña militar; o bien, sirvieron como garantías de los préstamos que el
Gobierno había tomado. Los indígenas fueron diezmados y vencidos durante
la guerra. Quienes sobrevivieron se vieron obligados a abandonar su vida
nómade; se establecieron como peones en colonias dedicadas a la cría de ganado
ovino.
En el caso
de Chaco, la incorporación de este territorio al control estatal también
implicó el sometimiento de los pueblos
originarios que lo habitaban. Matacos, tobas, mocovíes, abipones,
pilagás y otros grupos, aunque se incorporaron lentamente a la forma de
vida de las colonias, sufrieron la marginación y el desamparo. Muchos
comenzaron a trabajar como hacheros en los obrajes, como trabajadores
golondrina para la zafra azucarera o como peones de estancias.
Con
la progresiva incorporación de las tierras de Chaco y de la Patagonia , y con
la formación de los territorios nacionales y las gobernaciones en 1884,
la organización territorial logró consolidarse.
SU IMPACTO EN LA ECONOMÍA
El
contexto internacional de la segunda mitad del siglo XIX se
caracterizó por la emergencia de una nueva etapa o fase en el proceso de
industrialización, conocida como Segunda Revolución industrial. La
incorporación de nuevas fuentes de energía, como el petróleo, y la invención de la energía eléctrica revolucionaron las formas de vida de la época y
los procesos productivos.
La pujante
economía agroexportadora fue favorecida con la incorporación de numerosos
adelantos tecnológicos e infraestructura rural. Hacia 1870, la introducción
masiva del alambrado posibilitó
la delimitación de los potreros. Este nuevo adelanto permitió incluir la
actividad agrícola en propiedades que, hasta ese momento, sólo se
destinaban a la cría de animales. De esta forma, el propietario logró realizar
dos actividades en forma simultánea: la
agricultura y la ganadería.
El
alambrado también evitó la mezcla de animales: se podía diferenciar entre
potreros para la cría de animales rústicos y otros lugares para animales
seleccionados o refinados. Otros adelantos, como el molino de viento, la zanja, las aguadas, los tanques australianos y
los bebederos facilitaron el abastecimiento de agua para el rodeo.
Las mejoras
de las pasturas también permitieron una mayor producción y productividad, tanto
en la actividad agrícola como en la ganadera.
La
introducción de toros de pura raza provenientes
de Europa, especialmente de Gran Bretaña, tuvo como objetivo el mejoramiento
del ganado vacuno. Paulatinamente, el ganado criollo fue suplantado por el de
razas Shorthorn, Hereford y Aberdeen Angus. Posteriormente, se introdujo la
raza Holstein, que, cruzada con la criolla, dio origen a la raza lechera
Holando-Argentina.
Hacia
finales de siglo XIX, la utilización del motor de vapor
como energía en las trilladoras, la segadora para el trigo y la alfalfa, la incorporación del malacate* y la aplicación de nuevas
técnicas permitieron la expansión de los cultivos a gran escala, y el aumento
y el mejoramiento del ganado vacuno y ovino.
Este medio
de transporte surgió como respuesta a la necesidad de transportar en forma
fluida, regular y a muy bajo costo las materias primas provenientes de las diferentes
regiones del país hacia los puertos ubicados en la región pampeana,
especialmente hacia el puerto de Buenos Aires, ya que desde allí partían por
barco los productos agropecuarios hacia Europa y
hacia el
resto del mundo. Pero, además, posibilitó abastecer a las poblaciones de los
centros urbanos ubicados sobre la margen del Río de la Plata y del río Paraná.
Como el
ferrocarril estaba al servicio de la exportación, el trazado de sus vías se
realizó en forma radial, ya que
las líneas se dirigen y convergen en un punto central: la ciudad de Buenos
Aires. Esta nueva configuración
espacial con centro en Buenos Aires favoreció el desarrollo de la
región pampeana y acentuó los desequilibrios regionales de carácter económico
y social. El ferrocarril ocupó un papel relevante en la integración del Estado nacional. Posibilitó
que la agricultura fuese rentable; los bienes primarios, exportables; y permitió el surgimiento de nuevos
pueblos que funcionaban como centros de expansión social y productiva, como las
colonias agrícola-ganaderas en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa
Fe y en la Patagonia ,
que se constituyeron como polos de
desarrollo regional.
Desde
1865, Buenos Aires y Rosario se destacaron como lugares de destino de las vías
férreas. Posteriormente, se incorporó la ciudad de Bahía Blanca.
A
principios de siglo XX, las empresas extranjeras, principalmente de origen inglés y francés,
tenían la concesión de los ferrocarriles que surcaban la región pampeana. Por
ser el área de mayor movimiento de personas y de materias primas, estas
empresas se volvieron altamente rentables. En las zonas más alejadas, como el
noroeste, la región chaqueña y la
Patagonia , el Estado se hizo cargo de la expansión del ferrocarril,
denominado cíe fomento, que llegaba hasta aquellas zonas en las que los
capitales privados no se habían interesado.
La invención del ferrocarril facilitó el movimiento de personas y bienes. La red
ferroviaria argentina creció en forma radial desde el puerto de Buenos
Aires, En 1836,, el país contaba con 30 km de vías férreas mientras que, en 1914,
esa cifra llegaba a los 30.000
km .
LOS PUERTOS Y El COMERCIO EXTERIOR E INTERIOR
Hacia 1876, Buenos Aires no poseía instalaciones adecuadas para
recibir a los barcos de gran calado que venían desde diferentes lugares del
mundo. Debían anclar lejos de la orilla, y los bienes que transportaban eran
llevados a tierra firme en lanchas muy precarias. Además, el Riachuelo era un
río angosto y de escasa profundidad, condiciones que impedían la entrada de los
barcos.
Para poder
resolver este problema, se iniciaron una serie de obras que concluyeron con la
construcción de muelles y con el
ensanche, profundización y canalización del Riachuelo, y que favorecieron el
comercio interior y exterior.
Diez años
después, se realizaron las obras de Puerto Madero y, a principios del siglo XX, las
de Dock Sud. En 1886, también se inauguró el puerto de La Plata y se desarrolló una
naciente actividad en el puerto de Bahía Blanca. En 1902, se inauguró el puerto
de Rosario.
El
mejoramiento del sistema portuario, junto con la expansión del ferrocarril,
permitió mayor fluidez al comercio
exterior e interior. Pero lo más relevante de la creación de nuevos
puertos fue el surgimiento de un área de movimiento fluvial intenso en el eje
Paraná-Río de la Plata
y la costa atlántica que favoreció el crecimiento de centros urbanos ubicados
en las márgenes de los ríos y en el litoral.
la
mayor parte
de los puertos ubicados sobre los ríos Paraná y Río de la Plata , y sobre la costa
atlántica de la provincia de Buenos Aires se inauguraron durante este período.
EL PAÍS CRECE Y LLEGAN LOS INMIGRANTES
A mediados
del siglo XIX, Europa tenía altos índices de desocupación, y las precarias
condiciones de vida y las guerras determinaron el éxodo de gran cantidad de
población en búsqueda de nuevos horizontes.
Según el
censo de 1914, el 49% de la población de la Ciudad de Buenos Aires era extranjera. Estos
inmigrantes provenían mayoritariamente de España e Italia y, en menor cantidad,
de Francia, Alemania, Rusia y Gran Bretaña, entre otros países. Muchos llegaban
acompañados, otros lo hacían solos y, cuando conseguían trabajo y vivienda,
venía el resto de su familia.
Cuando
llegaban al país, se alojaban en hoteles o en casas de familia. A principios
del siglo XX, se quedaban unos días en el Hotel
de Inmigrantes, en el puerto de Buenos Aires. Luego, viajaban hacia sus
destinos en las áreas rurales. Allí realizaban tareas de campo, o se establecían
en Buenos Aires o en otros centros urbanos en los que, generalmente, se
dedicaban a actividades relacionadas con la construcción, los frigoríficos, las
fábricas y los talleres artesanales o con los medios de transporte, como el
ferrocarril, carros y tranvías.
La mayoría
de los inmigrantes se estableció en el área más vital y dinámica: la pampeana.
El primer censo de población, en 1869, indicaba que el 87% de los inmigrantes
se
concentraba en las provincias de Buenos
Aires, Santa Fe y Entre Ríos. En 1895, lo lideraba la provincia de Santa
Fe y, ya en 1914, La Pampa ,
Santa Fe y Buenos Aires.
El Estado y la inmigración
El
interés del Estado para fomentar la inmigración se puso de manifiesto a través
del pago de pasajes y alojamiento, y de créditos para la adquisición de
tierras. La Ley
817 de Inmigración y Colonización de 1876 establecía las pautas de inmigración
y colonización. El artículo 45 de esta ley determinaba que todo inmigrante
debía ser alojado y mantenido durante los cinco días siguientes a su
desembarco. El Estado también debía hacerse cargo del traslado al lugar del
país que el inmigrante eligiera como residencia.